Los documentos al
respecto dicen lo siguiente:
María Elena, nacida el 18 de agosto de 1771,
"hija de Dn. Juan Sanmartín, Ayudante Mayor de las
Asambleas de infantería de esta Prov. y natural de
Cervatos de la Cueza, y de Da. Gregoria Matorras su
legítima muger (sic) dependiente de la Villa de Paredes de
Nava ( … )" (Archivo
Parroquial de Las Víboras, Lo. I, Fo. 21). Nació
también allí Manuel Tadeo el 9 de noviembre de
1772, "hijo legítimo del expresado Dn. Juan
Sanmartín ( … ) y de Gregoria Matorras" (Archivo
Parroquial de Las Víboras, Lo. 1, Fo. 25). Finalmente, el
5 de febrero de 1774, nació en Calera de las Vacas su
hermano Juan Fermín "hixo lex.mo (hijo legítimo) de
Dn. Juan de San Martín y de Da. Gregoria Matorras"
(Archivo Parroquial de Las Víboras, Lo. 1, Fo. 3
l).
El 31 de marzo don Juan de San Martín renuncia al
cargo que venía desempeñando y se dirige a Buenos Aires pero
al poco tiempo es
nombrado Teniente gobernador de Yapeyú que incluía,
además, los pueblos y jurisdicciones de La Cruz, Santo
Tomé y San Borja, este último situado en la ribera
oriental del Uruguay. Llega
a su nuevo destino en abril de 1775 y es en este lugar donde
nacerán sus dos últimos hijos: Justo Rufino y
José Francisco. Al respecto, el trabajo que
venimos reseñando y citando, aprovechando el conocerse,
desde 1936 y por obra del historiador uruguayo Azarola Gil, las
partidas de bautismo de los tres primeros hijos del matrimonio San
Martín-Matorras, nos dice al respecto:
"Como es sabido, si de las fechas de nacimiento de
los tres primeros tenemos noticias
ciertas y seguras, lo contrario ocurre con los dos
últimos, nacidos en Yapeyú. Esta situación
se debe, en primer lugar, al hecho de no haberse encontrado hasta
ahora los libros
parroquiales de Yapeyú que, muy probablemente,
desaparecieron en el saqueo e incendio del pueblo efectuado por
los portugueses del Brasil en febrero
de 1817. Como, según se infiere de las investigaciones
realizadas, los San Martín no llevaron entre sus papeles
copias de las actas bautismales de sus hijos varones, el problema
parece no tener solución por esta vía. Por otra
parte, al menos en lo referente a José Francisco, se
carece de declaraciones categóricas al respecto de
él mismo o de algún familiar o
allegado.
Por esta causa, en la primera mitad de este siglo se
ha polemizado bastante acerca de la fecha del nacimiento del
Libertador, dándose una variación de seis
años, que van de 1776 a 1781. …
Ahora bien, a pesar de la desaparición de la
partida bautismal, podemos llegar a saber con suficiente certeza
quién fue el sacerdote que bautizó al Libertador.
Para comenzar, diremos que con seguridad fue un
sacerdote de la Orden de los dominicos,… Según ya
expresamos, el primer párroco dominicano de aquella
reducción fue el paraguayo fray Marcos Ortiz. Como que se
trataba de la principal reducción atendida por la orden
dominicana, tuvo varios ayudantes o tenientes. Hasta principios de
1775. El sucesor del padre Ortiz al frente de la extensa
parroquia yapeyuana fue el correntino fray Francisco Cano de la
Pera, más conocido por Francisco de la Pera o Francisco
Pera, el mismo que fue capellán de la Real Calera de las
Vacas en 1771-72, cuando don Juan de San Martín era
administrador
de dicha estancia, y bautizó a su primogénita
María Elena. A este sacerdote, amigo del matrimonio San
Martín y párroco de Yapeyú desde agosto de
1776 hasta 1780, por lo menos, es a quien correspondió
bautizar a José de San Martín, como esperamos
demostrar al exponer su biografía".
Detengámonos ahora en analizar desde cuando data
la problemática en torno a la fecha
del nacimiento de San Martín y cómo, qué
hipótesis y basados en qué
documentos se fueron argumentando.
La problemática en torno a la fecha del
nacimiento del libertador se inició recién en el
siglo XX. En la centuria decimonónica no existió
tal problema porque era aceptada como verdad indiscutible la
fecha de 25 de febrero de 1778, la cual fuera consignada por vez
primera por don Juan García del Río en la
pequeña biografía que este conocido personaje, y
gran amigo de San Martín, dedicara al libertador
sureño, obra que el titulara "Biografía del Jeneral
(sic) San Martín" y que publicara, en 1823, bajo el nombre
de Ricardo Gual y Jaen.
Por su parte, el historiador Bartolomé Mitre
también aceptó esta fecha teniendo en
consideración, como nos lo recuerda el historiador Hugo
Chumbita, que "el encargado de negocios
chileno Francisco J. Rosales y el abogado y periodista
francés Adolfo Gerard, hicieron constar en el acta de
defunción que tenia setenta y dos años, cinco meses
y veintitrés días" con lo cual la fecha de su
nacimiento tenía que haber sido la mencionada por
García del Río y lo cual es un dato realmente
importante.
Por otro lado, como bien precisa Chumbita, cuando en
1936 el historiador uruguayo Azarola Gil diera a conocer las
partidas de bautismo de los tres hijos mayores del matrimonio San
Martín-Matorras, halladas en los libros de la Parroquia de
Las Víboras, en Las Vacas, jurisdicción de Colonia,
se pudo saber que los vástagos de la familia San
Martín-Matorras no era cuatro, sino cinco: Maria Elena,
que había nacido el 18 de agosto de 1771; Manuel Tadeo, el
28 de octubre de 1772; Juan Fermín Rafael el 5 de febrero
de 1774; Justo Rufino, que habría nacido en Yapeyú
en 1776 y José Francisco que se convertía el
quinto. Asimismo, hace notar Chumbita la contradicción en
la cual cae el propio Mitre al señalar "que probablemente
se traiciona siguiendo otras fuentes
cuando, al relatar los hechos militares en Chile, en
vísperas de Cancha Rayada, habla de la mañana del
16 de marzo, aniversario del natalicio de San
Martín".
Es necesario precisar, que no es que tan sólo no
exista la partida o acta de bautismo sino que con otros
documentos indubitables que hacen referencia a la edad de San
Martín, en diversos momentos de su existencia, se llega a
resultados totalmente incoherentes.
Precisemos, sin embargo, que esta fecha tradicional
suele ser aceptada aún en nuestros días como la
más probable, incluso por investigadores acuciosos. Sucede
que por lo general el problema está centrado
fundamentalmente en torno al año mismo del nacimiento y no
tanto así al día y mes sobre los cuales existe
mayor uniformidad entre los especialistas al aceptarlos como
verosímiles.
Fue el historiador Juan A. Pradère quien
cuestionó la fecha señalada por García del
Río y que historiadores posteriores repitieron sin reparar
mayormente en ello. ¿Qué le llevó a
Pradère a cuestionar tal fecha? Este historiador, basado
en el hallazgo de la partida de matrimonio de José
Francisco, determinó que la fecha de su nacimiento no
podía ser 1778 sino 1781. Pradère fortaleció
aún más su hipótesis al
reparar que en la foja de servicios de
1808 San Martín declaraba tener 27 años.
Aparentemente Pradère había solucionado el misterio
de la fecha del nacimiento de San Martín. Pero ello no era
más que una simple ilusión. El análisis de nuevos documentos y sobre todo
la foja de servicios del libertador, terminaron por mostrar la
desconsoladora verdad de tenerse que ver ya no con una o dos
fechas probables, sino con muchas. San Martín había
consignando en dichas fojas edades en apariencia desconcertantes
por ser a todas luces contradictorias. Así por ejemplo, de
acuerdo a la foja de servicios de 1803 en la que declaraba poseer
23 años, San Martín debió nacer en 1780.
Pero, para oscurecer aún más el problema, se
encuentra que en al foja de 1804 declara tener 25 años con
lo cual estaríamos hablando de 1779 como el año
natal.
Es ampliamente conocido que existen una ingente cantidad
de documentos apócrifos atribuidos a San Martín
así como un documento, la denominada carta Lafond, que
es sumamente controvertido y que los hemos analizado en los
trabajos que en la introducción
mencionáramos.
Referente a la fecha del nacimiento de San Martín
también se quiso hacer aparecer un pretendido documento
histórico, lo que se frustró y sólo se
publicó una versión impresa del contenido de ese
supuesto documento.
Señalemos, al respecto, que la partida de
bautismo debió desaparecer en 1817 como consecuencia del
incendio que asoló Yapeyú y que fuera causado por
los portugueses que trataban de esta manera de destruir las bases
guaraníes de la resistencia
artiguista.
Sin embargo, muy oportunamente, pero también
bastante misteriosamente, Fray Reginaldo de la Cruz
Saldaña Retamar publicaba, en 1921, una supuesta acta de
bautismo del libertador San Martín pero de la cual nunca
se mostró el original. Fray Reginaldo de la Cruz
Saldaña Retamar era un historiador, autor -entre otras
obras- de una historia de los dominicos en
la independencia
Argentina. De acuerdo a lo que precisa Hugo Chumbita, don Rodolfo
A. Pacheco, en Una incógnita en la vida del Libertador.
(En: Todo es Historia. Buenos Aires, a. 11, nº 123, ag.
1977, p. 68-77) expuso la razones que demostraban el carácter apócrifo del mencionado
documento.
Si en realidad no contamos con una base documental que
permita precisar fuera de toda duda la fecha real del nacimiento
del libertador sureño, sin embargo consideramos que la
fecha tradicionalmente aceptada posee grandes visos de
verosimilitud.
Veamos lo referente a su ingreso en el regimiento
Murcia. ¿Qué edad tenía cuando se incorporo
al Regimiento Murcia en julio de 1789? La solicitud de
admisión presentada por José Francisco de San
Martín, está fechada en Málaga a 1 de julio
de 1789:
"Don José Francisco de San Martín, hijo
de don Juan, capitán agregado al estado mayor
de esta plaza, con el debido respeto dice: que
a ejemplo de su padre y hermanos cadetes que tiene en el
regimiento de Soria, desea el exponente seguir la carrera de las
armas en el
regimiento de Murcia,…"
Y el documento de admisión lleva como fecha 15
de julio del mencionado año. "Habiéndome el
suplicante hecho constar con la debida formalidad el concurrir
en su persona todas
las circunstancias que previene Su Majestad en sus Reales
Ordenanza para la admisión de cadete. En esta calidad se le
formará a don José Francisco de San
Martín, asiento en el regimiento de infantería de
Murcia, cuyo coronel dará las órdenes
convenientes al cumplimiento de este decreto.
Madrid, 15 de julio de 1789
El Marqués de Zayas.
Las Ordenanzas del Ejército instituidas por
Carlos III, en 1768, establecían el mínimo de doce
años para el ingreso de los cadetes y este requisito se
observaba rigurosamente. San Martín, por lo tanto,
tenía que haber nacido antes de julio de 1778. José
Pacífico Otero había señalado como fecha
probable 1777 y ello coincidiría justamente con los doce
años en julio de 1789. Por otra parte, su hermano Justo
Rufino, que fue el cuarto hijo del matrimonio San
Martín-Matorras y el primero en nacer en Yapeyú,
probablemente lo hizo en 1776. Recordemos que Juan de San
Martín llegó a dicho pueblo en abril de 1775. Por
ello resulta verosímil que José Francisco naciera
en 1777. Pero esto es tan solo una presunción sin base
documentaria fidedigna.
Queda otra presunción, nada desdeñable, y
es la muy probable manipulación de sus datos personales
para adecuarlos a las exigencias reglamentarias. Esto
sería para el caso de 1778 y máximo 1779, porque
pensar menos de once años como edad para solicitar una
admisión como cadete resulta poco
verosímil.
Al embarcarse para España la
familia San
Martín-Matorras, en noviembre de 1783, en la fragata Santa
Balbina, registraron que José Francisco tenía seis
años, de lo que podría deducirse que nació
en 1777 (que coincidiría con los 12 años como
mínimo para el ingreso de los cadetes); pero lo cierto es
que las edades de los niños
fueron declaradas en forma aproximada, sin verificación
documental, pues a Juan Fermín le adjudican diez
años, que recién iba a cumplir en febrero del
año siguiente. En vista de la exigua certeza que aportan
los documentos, solo es posible afirmar que José Francisco
de San Martín habría nacido alrededor de
1777-1778.
Sus
progenitores
El supuesto ingreso de José Francisco al Real
Seminario de
Nobles de Madrid,
argüido por Mitre, ha sido refutado por investigaciones
posteriores que no han encontrado rastro alguno de la
admisión y estudios en dicha institución. En
cambio, lo que
sí se encuentra debidamente documentado, como ya hemos
visto, es su ingreso en el regimiento de infantería de
Murcia para iniciar su carrera como cadete. Para ello,
según requisitos de la época, tuvo que invocarse la
legitimidad de José Francisco como hijo de don Juan de San
Martín, un oficial con grado de capitán en ese
momento.
Esto nos lleva a otro punto sobre el cual se ha
levantado demasiada polvareda, aunque -es necesario
señalar- no reviste la importancia que quieren darle
algunos "estudiosos" de la vida de San Martín. Sobre este
tema, es decir sobre el presunto carácter ilegítimo
de José Francisco, él cual sería el hijo no
reconocido del brigadier de la armada española don Diego
de Alvear y Ponce de León en una joven india
guaraní llamada Rosa Guarú, es justo reconocerlo se
ha marketeado mucho (y muy bien) con un objetivo
claramente venal. Ello no significa, sin embargo, que el tema no
debe ser tratado porque atenta contra la figura egregia del padre
de la patria argentina. Tampoco implica que no tenga ninguna
importancia para la ciencia
histórica y que solo tratan este tema historiadores o
seudo historiadores que solo quieren hacer noticia, Ello, en
realidad, no es cierto. Hay que tener la decencia y el
profesionalismo para reconocer que el tema, aunque controvertido
y esencialmente polémico, posee ciertas implicancias que
no pueden ni desconocerse y mucho menos minimizar o hacerlo
objeto de vituperación. Consideramos que sí es
posible un análisis histórico serio y ceñido
a los principios metodológicos de la ciencia
histórica acerca de esta temática. Algo más,
hay historiadores que con suma seriedad vienen tratando el tema,
el cual necesariamente, en la sociedad
mediática que vivimos, tiene que convivir con los seudo
análisis y con el simple querer hacer noticia, el destacar
por presentar aquello que supuestamente es del gusto del
público. El gran escritor peruano Mario Vargas Losa nos ha
hablado de "la banalización lúdica de la
cultura
imperante, en la que el valor supremo
es ahora divertirse, entretenerse, por encima de toda otra forma
de conocimiento o
quehacer". Ese olfatear la mugre ajena, de la cual nos habla
Vargas Llosa, es la expresión de la frivolidad, reina y
señora de la civilización posmoderna. Esto lo
podemos encontrar en ciertos escritores y periodistas que bajo el
pretexto de querer presentar una imagen más
humana de un personaje histórico sólo se centra en
lo adjetivo, en querer ver lo que supuestamente es la "mugre
ajena". A pesar de que ello es real, que algunas obras o
artículos desarrollan planteamientos que solo pretenden
suscitar alboroto, ruido,
tumulto, es decir escándalo, a pesar de ello, volvemos a
repetirlo, no se puede considerar tabú ningún
personaje ni ningún tema vinculado a su vida.
El año 2000 Argentina celebraba el
sesquicentenario de la muerte de
San Martín. De pronto la historia se convirtió en
comidilla al producirse la revelación, totalmente
desconocida para un público masivo, que no era cierto que
el padre de la patria argentina fuese realmente un
legítimo San Martín y Matorras. Sus verdaderos
padres no eran don Juan de San Martín y doña
Gregoria Matorras, como había aprendido todo argentino en
la escuela.
Según nuevas y pretendidas fidedignas investigaciones,
basadas en auténticas fuentes, su verdadero padre fue don
Diego de Alvear y Ponce de León, oficial de la Armada
Española, natural de Montilla, y su madre biológica
una indígena guaraní, sosteniendo algunos que esta
mujer era Rosa
Guarú, que se desempañaba de niñera nada
menos que en la casa del matrimonio San Martín-Matorras.
Otros sostienen que realmente la madre fue la india
guaraní Juana Cristaldo, a la cual también se le
atribuye el haber sido una niñera. Otros sostienen que
Rosa Guarú y Juana Cristaldo en realidad son los nombres
de una misma persona. Alberto J. Lapolla, en su artículo
"El origen mestizo del general San Martín" dice que Rosa
Guarú, al ser bautizada, se convirtió en Cristaldo,
por la costumbre de perder, en el bautismo, el apellido indio. Lo
cierto es que Rosa Guarú ha quedado en la historia oficial
como la nodriza de San Martín, la joven guaraní que
lo crió. Sin embargo, algunas de esas tradiciones
populares como que sugieren la posibilidad de Juan de San
Martín como el padre del niño José Francisco
en su empleada doméstica, hecho que en la sociedad
racista, aunque no del todo segregacionista, como lo fue la
sociedad colonial hispanoamericana esto no era nada
infrecuente.
Una característica muy peculiar de esta
revelación es que está centrada fundamentalmente en
el supuesto verdadero padre. Como que el personaje femenino se
difuminara en las investigaciones, dando la sensación de
una escasa preocupación, tal vez porque en las tradiciones
orales a las cuales se ha recurrido para esta investigación no existe la certeza de una
única y exclusiva progenitora, toda vez que se refieren
diferentes nombres y, por otra parte, no existen pruebas
documentales que puedan apoyar la hipótesis. Si es cierto
que existe una tendencia a centrarse más en Rosa
Guarú, considero que esto probablemente se debe a que al
señalarse que trabajaba en la casa de la familia San
Martín, como que se facilita el encontrar una salida
aparentemente coherente para argumentar que Diego de
Álvear encargó a la familia San Martín el
cuidado de su hijo, el pequeño José
Francisco.
Precisemos como estalla esto que en poco tiempo se
convirtió en una bomba mediática, toda vez que fue
tema de todos los días en artículos
periodísticos, entrevistas
radiales y televisivas, artículos de revistas y, por
supuesto, en el género
literario. En el año 2000 la afamada Editorial
Sudamericana publicaba la obra del abogado, periodista y escritor
José Ignacio García Hamilton titulada "Don
José. La Vida de San Martín", la cual se
convirtió en un best seller. Como se dice en su página
web, García Hamilton "enarbola el estandarte de
aquellas voces privilegiadas que, con dolorosa cadencia, sacan a
relucir la ineludible faceta de aquellos próceres que
empapelaron nuestra juventud de
sueños virtuosos e idealistas: la humanidad y sus
necesarias limitaciones. Sorprende en García Hamilton la
curiosidad voraz que narran las páginas de su obra;
curiosidad que parece liberar a sus figuras del rígido
barniz protector sin perder por ello su trascendencia
heroica". En "Don José", que no es propiamente una
obra histórica, sino una biografía histórica
novelada, innegablemente bien escrita, García Hamilton
desarrolla la tesis de los verdaderos padres de San
Martín, basándose en la tradición oral de la
familia Alvear, donde era un secreto por todos conocido, que el
libertador San Martín era pariente de ellos debido a que
era un hijo no reconocido de Diego de Alvear, aunque dicha
tradición familiar hablaba de que nunca lo
desamparó, por lo menos en el aspecto económico.
Según Hugo Chumbita, García Hamilton pudo
desarrollar esta tesis porque alguien le proporcionó una
copia del manuscrito de Joaquina de Alvear. Esto es importante
señalar para descartar el argumento, que algunos
esgrimieron, de ser una creación totalmente literaria, una
simple y total fantasía sin ningún fundamento
documental. En el capítulo VII, Vamos P’al norte
(1813-1814) García Hamilton escribe:
"En los círculos sociales, Carlos brillaba por
su inteligencia,
fortuna material y encanto personal. En
algunas tertulias se rumoreaba que su padre, don Diego de Alvear,
mientras cumplía funciones
militares en las Misiones, había tenido una amante india
con la cual tuvo un hijo. Según el comentario, don Diego
había entregado en Yapeyú esta criatura al
matrimonio formado por Juan de San Martín y su esposa
Gregoria, para que lo criasen, quienes lo bautizaron como
José Francisco y le dieron su apellido. Según esos
rumores, entonces, José de San Martín y Carlos de
Alvear venían a se medio hermanos.
Cierta o no esta versión, José y Carlos
parecían tener una amistad y una
rivalidad verdaderamente fraternal. En las sesiones de la logia
empezó a notarse una división en dos grupos,
orientados por Alvear y San Martín, que a la vez eran los
militares profesionales más importantes del momento".
(García Hamilton, José Ignacio: 2006, pp.
93-94)
La obra de García Hamilton despertó un
mundo de controversias y reacciones, muchas de ellas criticables
porque eran irreflexivas, producto de
una actitud
totalmente intolerante, por decir lo menos. Como hemos dicho es
una obra que se lee bien, aunque para un análisis
histórico no se puede olvidar que es una biografía
novelada y como tal se toma las licencias propias de este
género literario. Hugo Chumbita y Diego Herrera Vegas
dicen al respecto: "En este debate tenemos
que dejar de lado la biografía novelada de García
Hamilton, que nos llevaría al espinoso terreno de la
mezcla de literatura e
investigación, desviándonos del foco". La
historiadora Patricia Pasquali, destacada detractora de la
novedosa tesis, dice sobre García Hamilton: y su Don
José:
"…quien con pluma ligera e irreverente trazaba
la degradada contracara de la imagen tradicional del Padre de la
Patria -presentándolo como un mestizo bastardo, que de
joven abusaba de la práctica del onanismo, siguiendo una
carrera de derrotas en el ejército español,
receloso hasta la envidia, que no servía para la política, ni
respetaba el poder civil,
opiómano, que llegó a pelear ebrio, además
de envolverse en diversos amoríos, etc.-; se desató una
inesperada polémica, a nuestro juicio inducida, como
parece demostrarlo la ostensible apelación a la vía
del escándalo".
Si "Don José" había impactado en el
ciudadano común y corriente, en cambio, ese mismo
año 2000, el historiador Hugo Chumbita, al presentar en
agosto, en el II Congreso Internacional Sanmartiniano realizado
en Buenos Aires, su trabajo "El
origen de San Martín y su proyecto
americano", conmocionó el mundo académico al hacer
conocer, en forma llamémosle oficial, su tesis sobre los
verdaderos padres de San Martín. En realidad no era la
primera vez que Chumbita había tratado ese tema. Ya en su
obra "Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la
Argentina" se había referido a esta problemática,
aunque en forma bastante tangencial. Chumbita escribe:
"El nombre de la Logia Lautaro, promovida por San
Martín como partido secreto de la revolución
sudamericana, evocaba al legendario jefe araucano que
encabezó la resistencia a los españoles. En Cuyo,
el Libertador reunió en parlamento a los caciques
principales en 1814, en un momento culminante de los esfuerzos
por ganar su apoyo y utilizarlos a la vez para confundir al
enemigo. Les manifestó el propósito de cruzar la
cordillera para acabar con los godos "que les han robado a
ustedes la tierra de
sus antepasados", les solicitó ayuda y permiso para pasar
por sus dominios, y declaró: "yo también soy
indio"; ello muestra hasta
qué punto se identificaba con ellos por ser hijo del
país, y por su condición de mestizo, si nos
atenemos a la antigua versión de que había nacido
de madre guaraní".
Lo importante es que esta obra había merecido el
Primer Premio de Ensayo
"Eduardo Mallea" otorgado en 1999 por la Secretaría de
Cultura del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires. Fue publicado en el año 2000 por
la editorial J. Vergara.
En agosto del 2000 da a conocer, en el mencionado evento
académico, su tesis, ahora si bien desarrollada, sobre los
padres del libertador argentino. En dicho trabajo Chumbita
dice:
"Para entender el misterio es necesario remontarnos
al fundador de la familia en el Río de la Plata, el
brigadier de la Armada española don Diego de Alvear y
Ponce de León (1749-1830), nacido en la ciudad de Montilla
(Córdoba), descendiente de una familia con títulos
nobiliarios de Burgos, que protagonizó notables aventuras
en América..
Iba a cumplir 24 años y era alférez de
fragata cuando arribó al Plata, en noviembre de 1774, como
segundo comandante de la "Rosalía". En los años
siguientes tomó parte en las acciones
bélicas contra los portugueses disputando la Colonia de
Sacramento y la isla de Santa Catalina, y luego en la guerra
marítima con los ingleses por las costas del Brasil,
ascendiendo hasta teniente de fragata. En 1778 fue comisionado al
frente de una división para ejecutar el Tratado de
límites
sobre los ríos Paraná y Uruguay e inició el
reconocimiento y demarcación de aquellos dilatados
territorios, yendo y viniendo por entre las selvas, las
acechanzas de las fieras y los asentamientos aborígenes,
en una labor que se prolongaría durante más de dos
décadas.
En ese momento de sus andanzas, según el
relato que se transmitió en la familia Alvear, en
algún lugar de las antiguas misiones jesuíticas, el
inquieto marino, siendo aún soltero, mantuvo relaciones
con una joven guaraní que engendró un niño.
Diego de Alvear encomendó el cuidado del niño al
teniente gobernador de la reducción de Nuestra
Señora de los Reyes de Yapeyú, el capitán
Juan de San Martín, y a su señora Gregoria
Matorras, una matrona de 40 años que ya tenía
cuatro hijos; como era habitual en casos semejantes, ellos se
avinieron a criarlo como propio. El niño fue José
Francisco de San Martín.
Según otra versión oral popular que ha
circulado profusamente en Corrientes, esta mujer era una agregada
doméstica o niñera de la casa del gobernador San
Martín en Yapeyú, llamada Rosa Guarú;
según otras referencias esta niñera india se
llamaba Juana Cristaldo".
El fundamento fuerte de la tesis de Chumbita reposa en
el manuscrito de Joaquina de Alvear en el cual se encuentra, en
forma explícita, el "secreto familiar Alvear", es decir
que José Francisco de San Martín y Matorras
realmente fue un hijo no reconocido de don Diego de Alvear y
Ponce de León en una aventura amorosa con una
indígena guaraní. Aunque los actuales miembros de
la familia Alvear y los defensores de esta posición no
suelen utilizar el adjetivo de no reconocido, considero que es
justo hacerlo porque como que hay una cierta tendencia a
presentarnos a Diego de Alvear como un padre que siempre
guardó un sentimiento amoroso para con su hijo producto de
su aventura juvenil y que nunca se despreocupó de su
manutención. En este punto los historiadores defensores de
esta posición tienden a caer, inexplicablemente, en lo
novelesco. Ya retornaremos sobre este punto más
adelante.
El año 2001 la editorial Emecé publica un
nuevo libro de
Chumbita: "El secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San
Martín", donde desarrolla con mayor amplitud el
polémico tema, basado fundamentalmente en una
tradición oral que aún pervive en la zona de las
misiones guaraníticas y, por supuesto, en la familia
Alvear.
La editorial Catálogos, en 2007, publicó
la obra de Hugo Chumbita y Diego Herrera Vegas, titulada "El
manuscrito de Joaquina. San Martín y el secreto de la
familia Alvear", la cual trata en extenso de esta pieza
documental clave en la hipótesis de los verdaderos padres
de San Martín. Ese manuscrito fue escrito por doña
Joaquina de Alvear.
La
familia Alvear
Doña María Joaquina de Alvear era nieta de
don Diego de Alvear y Ponce de León, coetáneo del
matrimonio San Martín-Matorras. Por cuestiones de trabajo
vivieron, por la misma época, unos cuantos años en
la misma zona geográfica, en la región de las
misiones guaraníticas. Uno, don Juan de San Martín,
como Comandante de los partidos de las Víboras y de las
Vacas (1765-1775) y después como Teniente Gobernador de
Yapeyú. El otro, don Diego de Alvear y Ponce de
León, como encargado de la dirección de una de las cinco divisiones
que habían de marcar los límites entre las
posesiones de España y de Portugal en la América
del Sur.
Veamos, en forma muy sucinta, los ascendientes de
doña Joaquina, para una adecuada comprensión de su
genealogía.
Don Juan Bautista García de Alvear y
Garnica, nacido en Nájera en 1657, era hijo de don
Sebastián de Alvear y Hormilla y de doña Juana de
Garnica. Tuvo que trasladarse, por motivos de trabajo, a
Córdoba, para desempeñarse como Administrador de
las Rentas Reales. Allí, en Córdoba, contrajo
matrimonio con una noble dama cordobesa y de cuyo enlace
nació don Diego de Alvear y Escalera.
D. Diego de Alvear y Escalera, hijo de don Juan
Bautista de García de Alvear y de doña Francisca
Rajadel Escalera y Castillejo, había nacido en 1679. En
1729 se traslada a Montilla y allí funda las
célebres "Bodegas Diego de Alvear", negocio que administra
e impulsa con la colaboración de su hijo Santiago. Estas
bodegas aún permanecen en poder de la familia Alvear y
constituyen una de las más antiguas y afamadas de
España.
Contrajo matrimonio con doña María Morales
y Navarro, con la cual tuvo a su mencionado hijo
Santiago.
Diego Estanislao de Alvear y Ponce de León
(1749-1830), el mencionado abuelo de doña Joaquina, fue
nieto de don Diego de Alvear y Escalera por ser hijo de Santiago
María de Alvear y Morales y doña Escolástica
Fernández y Ponce de León. Fue él,
según se sostiene, quien "restableció la casta,
compaginando su vocación vinatera con una azarosa vida
militar y política: desde brigadier de la Armada
Española hasta ser Gobernador Militar y Civil de la ciudad
de Cádiz en la época de las Cortes".
Tuvo dos matrimonios. Su primera esposa fue doña
María Eulalia Josefa de Balbastro Dávila con
quien se casó en Buenos Aires, en 1781. Con ella tuvo
nueve hijos, siendo el único sobreviviente su hijo Carlos,
nacido en 1789. Con María Josefa vivió en Santo
Ángel Custodio, en Misiones.
En 1778 fue comisionado, al frente de una
división, para ejecutar el Tratado de límites de
San Ildefonso firmado por Portugal y España, el cual, en
su artículo 15, mandaba establecer una comisión
mixta para demarcar los límites de sus dominios
sudamericanos. El Virrey Vértiz, en Buenos Aires, se opuso
al nombramiento de don Diego, pero las autoridades metropolitanas
insistieron. A fines de diciembre de 1783 Diego de Alvear sale de
Buenos Aires rumbo a Misiones donde don Juan de San Martín
se encontraba desempeñando el cargo de Teniente Gobernador
de Yapeyú. La expedición se extendió hasta
1804.
Concluida la comisión de límites ya
mencionada (1804), don Diego de Alvear embarcó, con su
esposa y ocho de sus nueve hijos (Su hijo Benito, cuando
vivían en Misiones, fue enviado a España para que
estudiase, pero al poco tiempo falleció de fiebre amarilla)
de regreso á España, en la escuadra conformada por
cuatro fragatas (Medea, Fama, Mercedes y Clara) al mando del
general D. José Bustamante. Fue un viaje bastante
accidentado y realmente aciago. Don Diego, que era marino, ya a
bordo, tuvo que dejar a su familia en la fragata Mercedes para
él pasar al buque insignia Medea. Y, para colmo, las naves
españolas fueron atacadas (04-10-1804), por navíos
ingleses, cuando llegaban al cabo de Santa María. Como
consecuencia de este ataque don Diego perdió a su esposa y
a siete hijos, salvándose su primogénito Carlos,
gracias a que fue trasladado a la fragata Medea donde se
encontraba su padre, quien se desempeñaba como segundo
jefe de la escuadrilla. Los españoles fueron conducidos a
Londres, en calidad de presos, donde permanecerían hasta
1805. Los Alvear fueron bien tratados,
según testimonios del propio Diego. Algo más, fue
debidamente indemnizado por las pérdidas materiales
sufridas. Por otra parte, allí contrajo su segundo
matrimonio, en esta oportunidad con la dama inglesa, (aunque
nacida en Bélgica) Louisa Rebecca Ward, con la cual tuvo
siete nuevos vástagos. Uno de ellos, la benjamina, fue
doña Sabina de Alvear y Ward a quien justamente debemos la
obra titulada "Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de
León, brigadier de la Armada, los servicios que prestara,
los méritos que adquiriera y las obras que
escribió, todo suficientemente justificado por su hija
Doña Sabina de Alvear y Ward".(Madrid, 1891)
En 1806 regresaron a España y, según
cuenta la tradición, en la corte de Madrid, ante las
palabras de condolencia de la reina María Luisa por su
cautiverio, don Diego manifestó que los ingleses lo
habían tratado muy bien, lo cual disgustó a los
soberanos y habría sido la causa de que "cayera en
desgracia".
Cuando se produce la invasión napoleónica
a España don Diego se venía desempeñando
como jefe de la artillería de marina en Cádiz y
allí participó en la defensa de la patria invadida.
Cuando el gobierno español se ve obligado a refugiarse en
la Isla de León, don Diego se desempeña como
gobernador militar y político de dicha isla. Fue la
época de las Cortes y Constitución de Cádiz, pero muy poco
duró este periodo de liberalismo
español el cual fue seguido del retorno al absolutismo
con El Deseado, Fernado VII.
Don Diego de Alvear y Ponce de León posee una
faceta científica muy destacada, expresada en trabajos
topográficos y geodésicos, toda vez que él
fue el encargado de una de las cinco divisiones que habían
de marcar los límites entre las posesiones de
España y de Portugal en la América del Sur,
tocándole reconocer las cuencas de los ríos
Paraná y Paraguay. Por
ello "pasó dieciocho años en inmensos
despoblados, abriéndose paso con el hacha por selvas
impenetrables, remontando las corrientes, trepando á las
montañas, luchando con la inclemencia, la necesidad, los
indios salvajes, las fieras y los insectos". Esto lo puso en
contacto con las poblaciones indígenas tupís y
guaranís, con sus costumbres y lenguas, con la flora y
fauna de esa
región. Fruto de su labor en el virreinato del Río
de la Plata como miembro de la comisión de límites
ya señalada fue su obra manuscrita, en cinco tomos, que
él denominara "Diario de la segunda partida de
demarcación de límites entre los dominios de
España y Portugal en la América
meridional".
Nos hemos extendido un tanto en la vida de don Diego de
Alvear teniendo en consideración que se argumenta que es
el padre biológico de San Martín.
Carlos de Alvear y Balbastro (Santo Ángel
Custodio en Misiones 1879 – Nueva York 1852). Suele
aparecer en los libros como Carlos María cuando realmente
María no fue su nombre. Él fue bautizado como
Carlos Antonio Joseph Gabino del Ángel de la Guarda de
Alvear y Balbastro. Fue hijo de don Diego de Alvear y Ponce de
León y de doña María Josefa Balbastro y
Dávila, por lo tanto supuesto medio hermano de San
Martín.
Con sus padres y hermanos se embarca, en 1804, es decir
cuando tenía quince años, rumbo a España. Ya
hemos reseñado el ataque que sufrieron los navíos
en los cuales viajaba la familia Alvear y como Carlos fue el
único que logró salvar su vida en ese
fatídico incidente. Después de concluir sus
estudios en Londres pasa con su padre a España, sirviendo
en el ejército de ese país como oficial de la
Guardia Real española, un verdadero cuerpo de
élite. Como dice Emilio Ocampo, uno de sus
biógrafos,
realmente es "una grosera distorsión de la verdad
afirmar que Alvear no sabía nada de cuestiones militares y
que tan solo por sus conexiones o vinculaciones familiares
consiguió los altos puestos que obtuvo".
En marzo de 1812 arriba a Buenos a bordo del
navío inglés
Canning, en compañía de San Martín, Zapiola
y otros criollos que retornaban para integrarse a la lucha por la
independencia. Llega con su esposa doña María del
Carmen Sáenz de la Quintanilla y Camacho, con quien se
había casado en 1809. En este matrimonio tuvo siete
vástagos. Uno de ellos fue doña María
Joaquina del Carmen, conocida comúnmente como doña
Joaquina.
Tuvo Carlos de Alvear una importante
participación militar y política en el Río
de la Plata la cual escapa al objetivo de este
trabajo.
Torcuato de Alvear y Sáenz de Quintanilla
(Montevideo 1822 – Buenos Aires 1890), otro de los siete hijos de
Carlos de Alvear. Llegó a ocupar el cargo de Intendente de
Buenos Aires (1883-1887).
Máximo Marcelo Torcuato de Alvear Pacheco,
más conocido como Marcelo T. de Alvear (1868-1942), hijo
de don Torcuato de Alvear y de Doña Elvira Pacheco y
Reinoso, nieto también de don Carlos de Alvear,
llegó a desempeñar el altísimo cargo de
Presidente de la República, en el periodo
1922-1928.
El
manuscrito de doña Joaquina
Doña María Joaquina de Alvear y
Sáenz de Quintanilla (1823-1889), hija de Carlos de
Alvear, escribió sus memorias, que
constituyen, según Hugo Chumbita, conocedor del
manuscrito, "una colección de anotaciones, cartas y recortes
periodísticos pegados cuidadosamente en las páginas
encuadernadas de un libro de comercio. El
propósito de Joaquina era transmitir a sus descendientes
las semblanzas de los integrantes de la familia". Chumbita
refiere que en dicho manuscrito doña Joaquina "hace una
relación de sus antepasados, fechada en Rosario de Santa
Fe el 22 de enero de 1877, declarando que fue "hijo natural de mi
abuelo, el señor don Diego de Alvear y Ponce de
León, habido en una indígena correntina, el general
José de San Martín", y lo reitera en otras
páginas, al referirse a los hermanos carnales José
y Carlos, y al narrar una visita que ella hizo a San
Martín en Francia".
Referente a esta vista, según lo consigna Chumbita,
Joaquina escribe:
"Y examinándolo bien encontré todo
grande en él, grande su cabeza, grande su nariz, grande su
figura y todo me parecía tan grande en él cual era
grande el nombre que dejaba escrito en una página de
oro en el
libro de nuestra historia y ya no vi más en él que
una gloria que se desvanecía para no morir jamás.
Este fue el general José de San Martín natural de
Corrientes, su cuna fue el pueblo de Misiones e hijo natural del
capitán de Fragata y General español Señor
Don Diego de Alvear Ponce de León (mi
abuelo)".
En los documentos anexos a la Resolución de la
Cámara de Diputados presentado por Chumbita y otras
personalidades, leemos:
"Rosario de Santa Fe, 22 de Enero de
1877
Cronología de mis antepasados
Yo, Joaquina de Alvear Quintanilla y Arrotea, declaro
ser nieta del capitán de fragata general español
señor don Diego de Alvear Ponce de León, que era
gobernador de la isla de León cuando, con motivo del rey
José, ocuparon los franceses a España… Soy hija
segunda del general Carlos María de Alvear, que
arrojó al usurpador brasilero del territorio
oriental…
Soy sobrina carnal, por ser hijo natural de mi abuelo
el señor don Diego de Alvear Ponce de León, habido
en una indígena correntina, el general José de San
Martín, que tan brillantemente descolló cuando
[era] sólo coronel y dejando su nombre grabado en el
templo de San Lorenzo, provincia de Santa Fe, en la grande
victoria alcanzada con su famoso escuadrón granaderos de a
caballo, y que más tarde selló la libertad
hispanoamericana de todo un continente en Chacabuco y
Maipú".
En cuanto al manuscrito de Joaquina no existe la menor
duda acerca de su autenticidad. Propiamente no existen
impugnadores del manuscrito, pero se tiene que tener presente que
autenticidad no implica necesariamente veracidad. Pero tampoco
podemos descartar un documento porque diga cosas diametralmente
opuestas a lo que dicen otros documentos o lo diga la historia
oficial. Tiene, necesariamente, que contrastarse con lo dicho en
otras fuentes, así como con indicios que pueden colegirse
de ellas.
Recurrir a las fuentes orales y a la memoria hoy
goza de gran aceptación en la investigación
histórica. Y este es el camino seguido por el historiador
Hugo Chumbita, quien es el que mejor conoce y el que mejor ha
expuesto este tema tan polémico. Los detractores, por lo
general, no realizan un análisis en profundidad con el
objetivo de acercarse a la verdad. Muchos se dejan ganar por la
defensa a priori de lo que ya se tiene establecido como verdad.
Esto tiene mucho que ver con el culto al héroe, aspecto
que ha sido estudiado magníficamente, en nuestro
continente, por Germán Carrera Damas,
específicamente para el caso de Bolívar.
Más adelante volveremos sobre esta
temática.
Veamos, previamente, aspectos formales del documento, su
hallazgo y publicación, así como sobre su
autoría.
El año 2007 la editorial Catálogos
publicó la obra titulada "El manuscrito de Joaquina. San
Martín y el secreto de la familia Alvear", de Hugo
Chumbita y el genealogista Diego Herrera Vegas, este
último el actual propietario del manuscrito. Doña
Joaquina había entregado su manuscrito a su médico
personal Diego Herrera Vegas. En 1910 el manuscrito pasa a poder
de Marcelino, hijo de Diego Herrera, que también era
médico como su padre. Al fallecer Marcelino, en 1958,
nuevamente el manuscrito cambia de propietario, esta vez pasa a
poder de su nieto Diego Herrera Vegas, de profesión
genealogista, lo cual ha ayudado para despertar su interés
por su conocimiento y publicación. Hugo Chumbita se puso
en contacto con Diego Herrera para tener acceso al manuscrito y,
ya sabemos, el 2007 se cumplió el deseo de ambos de dar a
conocer tan importante documento histórico con lo cual los
estudiosos podrán analizarlo con meticulosidad y tener una
idea más certera sobre la problemática
planteada.
¿Por qué el documento salió de la
familia Alvear y pasó a manos del doctor Diego Herrera
Vegas? Esto se explica por un hecho que le da nuevos matices
medio novelescos a esta historia.
Doña Joaquina fue internada, en sus
últimos años, en el Instituto Frenopático de
Buenos Aires del cual era co-director el Dr. Diego Herrera Vegas,
bisabuelo del actual propietario del manuscrito que, para
coincidencia, también se llama Diego Herrera Vegas, pero
de profesión genealogista, como ya lo hemos
señalado.
¿Cuál fe la causa del internamiento de
Joaquina? Su marido, don Agustín de Arrotea e Iranzuaga
(con quien se había casado en marzo de 1848) la
sorprendió llevándole una carta a Sarmiento, en una
especie de declaración amorosa con la que le pedía
una cita. Después de estudiar el caso, los médicos
diagnosticaron que Joaquina sufría de erotomanía,
trastorno de la
personalidad caracterizado porque la persona que lo sufre se
siente amada por grandes personalidades. Ya desde esa
época se sabía que ese trastorno conductual no
afecta la racionalidad de la persona que lo padece. Esto es muy
importante, porque lo opositores de la hipótesis que habla
de Diego de Alvear como padre de San Martín han querido
valerse de este hallazgo para señalar que su testimonio
carece de valor porque se trata de una persona desequilibrada
mentalmente.
En el expediente judicial sobre la demencia de Joaquina
se lee:
"Folio 28, diciembre 5 de 1877. Autos y
Vistos: Con lo expuesto por el defensor general y resultado del
informe
facultativo folio F 10, que doña Joaquina Alvear de
Arrotea se encuentra en estado de demencia calificada por de
erotomanía habitual, de conformidad a lo dispuesto por el
art. 4to al 10, secc. primera, Libro primero, CODIGO CIVIL, se
declara a la expresada señora de Arrotea, incapaz para
administrar sus bienes y
demás actos de la vida civil en cuya consecuencia y con
arreglo a lo prescrito por el ART. 9no. Dit 13, sección 2a
del mismo libro y código
citado se nombra por tutor legítimo a su esposo Don
Agustín Arrotea, a quien se le discernirá este
cargo en la forma ordinaria, previa consulta al superior
tribunal.
Firmado Nicacio Marini".
Respondiendo a aquellos que sostienen que este
padecimiento de Joaquina y el haber sido declarada incapaz
para administrar sus bienes y demás actos de la vida
civil, invalida su testimonio, Chumbita señala que esa
situación de conflicto que
sufrió Joaquina con su marido, a consecuencia de su mal,
le tuvo que afectar seriamente pero de ninguna manera la
incapacitaba.
"… y en el manuscrito aparecen incluso los
indicios de cierta etapa de delirios que ella tiene.
Nosotros justamente queremos demostrar que ese tipo de
perturbación mental que ella sufría no
impedía su lucidez para relatar los recuerdos de su
historia personal, e incluso para expresar juicios muy certeros y
notables sobre la dictadura de
Rosas, sobre la
época de Urquiza, en fin. Lo más notable es que
ella incluso conoce a Sarmiento y el conflicto con su marido,
surge precisamente por una carta que ella le escribe a Sarmiento,
donde cabe presumir que ella intenta tener una relación
amorosa con él. Esto es lo
que en la terminología de la época se llamó
la erotomanía. Que en Joaquina es una especie de
manía de ser amada por los grandes hombres de su
tiempo".
Es importante saber que el descubrimiento del expediente
judicial sobre la demencia de Joaquina fue llevado a cabo, y dado
a conocer, por Herrera Vegas, quien rastreando las testamentarias
de la familia Alvear, lo localizó -según leemos en
el prólogo de la obra de Chumbita "El secreto de
Yapeyú"- en el Archivo Histórico Juan Marc de
Rosario.
Para la historiadora Patricia Pasquali este hallazgo es
definitivo para descalificar el testimonio de doña
Joaquina. Ella señala que tuvo acceso al expediente
judicial sobre la demencia de Joaquina gracias a don
Víctor H. Nardiello, un abogado sanmartiniano, quien le
proporcionó copia del mismo "para que diera a su
estudio el curso que creyera conveniente, por opinar
saludablemente que la Historia la tienen que hacer los
historiadores". De paso, aprovechaba para descalificar a los
no historiadores profesionales, es decir a los que no poseen una
título que los acredite como tal. Por ello, al referirse a
Chumbita enfatiza que es "profesor de
Derecho
Público en la Facultad de Ciencias
Económicas de la UBA.
El historiador Hugo Chumbita, de inmediato,
respondió, en una verdadera controversia mediática,
señalando que el valor testimonial del manuscrito de
ninguna manera se veía menoscabado por el padecimiento que
sufriera Joaquina. Como historiador y abogado replica en defensa
del valor testimonial del manuscrito:
"… desde el punto de vista estrictamente
jurídico, porque fue declarada demente en fecha posterior
a la de sus escritos; desde el punto de vista
psiquiátrico, porque la perturbación mental llamada
"erotomanía" no afecta la memoria ni otras
capacidades intelectuales
del paciente; y desde el punto de vista historiográfico y
de sentido común, porque su testimonio coincide con el de
otros miembros de cinco ramas distintas de la familia Alvear que
no se conocían entre sí ni conocían la
existencia de los manuscritos de Joaquina".
Es necesario, sin embargo, plantearse alguna
interrogantes acerca del manuscrito. ¿Podemos confiar que
la supuesta revelación del secreto familia Alvear
concuerda realmente con una realidad? ¿Era real ese
secreto? ¿Desde cuándo data? ¿Por qué
en la correspondencia privada que se conoce entre San
Martín y Carlos de Alvear, padre de Joaquina, no existe el
menor atisbo de una familiaridad compartida, si realmente eran
medio hermanos, aunque para el exterior guardasen las
apariencias? ¿Cómo nadie pudo darse cuenta de un
supuesto trato algo más que amical antes que se produjera
el distanciamiento que se produjo entre los supuestos hermanos?
¿Sabía realmente Carlos ese secreto? ¿No son
simples suposiciones, sin ninguna base documental o testimonial
que permita hablar de una lectura entre
líneas sobre la posibilidad que Carlos de Alvear fuera
informado del secreto por su padre Diego, en 1812, poco antes de
emprender viaje de retorno a América, justamente al lado
de San Martín? ¿Pudo o pudieron –si es que
ambos supuestos medio hermanos lo conocían- conservar el
secreto si es ampliamente conocido que muy pronto entre ellos se
produjo un distanciamiento, un verdadero desencuentro?
¿Podemos creer, dado este hecho, que Joaquina pudiera
saberlo por revelación de su padre? ¿Qué
podía perseguir Carlos divulgando ese secreto si él
no dio muestra de ningún sentimiento fraterno en la
relación que mantuvo con su supuesto medio hermano?
¿O es que hay que imaginarse o suponer, como lo hacen
algunos, que la revelación del secreto produjo en los
hermanos sentimientos de resentimiento? ¿Cómo
explicarse que la hija de Diego de Alvear y Ponce de León
en su segundo matrimonio, doña Sabina de Alvear y Ward, a
quien, según ya hemos señalado, debemos la obra
titulada "Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de León,
brigadier de la Armada, los servicios que prestara, los
méritos que adquiriera y las obras que escribió,
todo suficientemente justificado por su hija Doña Sabina
de Alvear y Ward", no mencione este secreto familiar? Lo
deducimos esto porque, a pesar que no nos ha sido posible leer la
mencionada obra, Chumbita sí la ha consultado,
según lo menciona en el prólogo de su obra "El
secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San
Martín". ¿Por qué no considerar la
posibilidad de que Joaquina haya puesto por escrito, sin ninguna
mala intención, algo de lo cual solo se rumoreaba en la
familia y que en verdad nadie le hizo una revelación,
mucho menos su padre Carlos? ¿Por qué descartar
totalmente efectos distorsionadores de sus vivencias y recuerdos
que podrían haber causado su padecimiento? Todas estas son
preguntas que realmente quedan sin respuestas indubitables, por
lo menos a la altura actual de las investigaciones.
Sin embargo, nada de lo anterior implica necesariamente
una descalificación automática del testimonio de
doña Joaquina, toda vez que existen otros testimonios
basados en lo que constituye la memoria, la tradición
familiar y la tradición existente en la región de
las Misiones. Chumbita, aprovechando su formación
jurídica, nos recuerda que: "En términos
procesales, según un clásico adagio latino
testus unus, testus nullus un solo testigo no
basta como prueba".
Hugo Chumbita señala que existen varios
testimonios de otros miembros de la familia Alvear en el mismo
sentido que lo revelado por Joaquina, todos los cuales son
concordantes, a su vez, con una vieja y bastante conocida
tradición popular de la región de Misiones que
señala que San Martín fue hijo de una mujer india y
que fue criado por la familia San Martín, la cual al
trasladarse a Buenos Aires y luego a España se fueron con
el niño dejando en la madre india la desazón por la
pérdida de su niño. Según se cuenta, Rosa
Guarú, la madre indígena de San Martín,
siempre recordaba a su hijo aún en sus años de
senectud y a pesar que la habían apartado de él
cuando solo contaba con tres años. Según testimonio
de María Elena Báez, recogido por Chumbita, Rosa
"… se quedó esperando, y los esperó toda
la vida. Cuando atacaron y quemaron Yapeyú (en 1817, los
portugueses en guerra contra Artigas. AJL), Rosita se fue a la
isla brasilera, estuvo mucho tiempo allá y volvió.
Levantó un ranchito por Aguapé y mantenía la
esperanza de que volvieran por ella. Nunca se casó, aunque
tuvo otros hijos. Le tenía un gran apego a aquella
criatura. Supo que llegó a ser capitán y siempre
preguntaba por él. Tenía un recuerdo suyo, una
medalla o relicario que conservó hasta los últimos
días, y quiso que la enterraran con ese
recuerdo".
Chumbita ha estado en Yapeyú buscando
localizar la tumba de Rosa Guarú o Cristaldo. Allí
ha entrado en contacto con los descendientes de la supuesta madre
india de San Martín, la familia Cristaldo de
Corrientes.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |